Me convertí en barro antes de ser polvo, en fango sucio, extendido, pegajoso y a la vez resbaladizo. Muchos adjetivos para tan poca forma.
Me convertí en barro y manché tu vestido de lino blanco, tan puro e inmaculado.
Aspiraba, ajeno a mi nariz, a grandes alturas y vuelos sin regreso. Libertad de lugar, de querer y de no molestar. Al final sólo conseguí cadenas y ensueños enlatados, una realidad donde las ilusiones te arrastran hasta convertirte en lodo.
Sólo quise comprender y ser comprendido, ser como los demás. ¿Sino por qué crees que bebí alcohol?, ¿por el sabor?
Entre Jeckyl y Hyde no hay a cuál irle. Intenté ser ambos, traté de ser parte, encajar, obedecer, creer… pero sólo terminé siendo barro antes que polvo.
La broma dejó de hacerme gracia, mira que creer en todo después de no haber creído en nada debiera ser chistoso.
Fui lo más transparente posible ante las exigencias de honestidad en una sociedad de narigudos que hacen parecer chato a Pinocho. ¿Qué obtuve? Me perdí igual que los demás, manos vacías, alma hueca, corazón estrujado y acabado. Y mi grillo perdido. Todo es vano, vanidad de vanidades y nada más allá del infinito.
Pero aún no termino, sin embargo no hay manera de volver a empezar. Por eso digo que me convertí en barro antes de ser polvo.