El infierno según yo

Dante impuso su propio infierno y a todos nos gustó; por eso lo aceptamos tal como él lo ideo. Me pregunto si yo, de haber tenido el ingenio de Dante, y claro, si él no hubiese escrito la Divina Comedia antes (o si la hubiese escrito, pero por una inseguridad crónica jamás la hubiera mostrado a nadie), el concepto de infierno sería otro. Quizá sería el de una oficina con parpadeante luz fría y blancas paredes, atestada de papeles y sin ventanas. Llena de contadores, sólo hombres. O podría ser una escuela eterna, en la que uno tuviese además que pagar, y en la que cada mes se realizaran exámenes y controles de lectura de típicos libros de texto, tan aburridos como por lo general lo son también los compañeros de viaje que nos tocan en un avión. Aunque el peor infierno de todos, para mí, es precisamente un viaje perpetuo en avión de clase turista, que hiciera escala de 14 horas en un aeropuerto, por cada 14 horas de vuelo. Pero que fueran de esos aviones cuyos asientos parecen haber sido diseñados para tiranosaurios rex enanos, sin colas y sin piernas; en los que se siente como si el respaldo que tienes enfrente quedara justo a tus espaldas (no es un imposible, viaja en uno de ellos y lo verás). Esos aviones cuyos baños son tan pequeños que al desechar algo ahí tienes que salir porque no hay lugar para los dos. En fin, si yo hubiera sido Dante, mi falta de imaginación me hubiera limitado a pintar el infierno como acabo de hacerlo, y de comedia no tendría nada.