Como indio tallado en madera

Para una princesa que conversa con un vagabundo disfrazado de cardenal

Había una vez un abuelo… gafas de gruesos cristales y grueso armazón, cabello blanco como el espanto y camisa de franela a cuadros, a pesar del calor. Estaba sentado vigilando a sus nietos mietras estos nadaban en la alberca.

Papá y mamá estaban trabajando en sendas oficinas, esforzándose para salir adelante en un mundo que parecía ir hacia atrás. El abuelo, jubilado y con tiempo de sobra, se encargaba de los niños después del colegio, y esto incluía llevarlos a sus lecciones de natación.

Allí estaban los niños nadando y el abuelo sentado a un costado de la alberca, con su dispositivo celular en la mano y audífonos en los oídos para oír el video que miraba: chismes de estrellas deportivas que se preparaban para hacer el ridículo en el Mundial de Futbol.

Pero de repente el abuelo de blanco cabello dejo de ver la pantalla de su dispositivo e ignoró el audio del video de chismes, y su mirada se perdió a lo lejos, más allá del horizonte, hacia un lugar lejano, muy lejano, hasta ese punto exacto de la nada, que no se puede identificar.

¿Qué estaría pensando el abuelo?

Quizá pensaba en las inmitentes elecciones políticas en las que no había ningún candidato viable, positivo, vamos, ni siquiera uno que no luciera pésimo para gobernar.

Quizá pensaba en sus frecuentes insomnios, las noches en vela eran cada vez más frecuentes cuanto más acumulaba edad.

Igual pensaba en la bella princesa que tenía interesante charlas interminables con el cardenal vagabundo que se había cansado un poco de viajar. Princesa y cardenal que perdían trocitos de sus almas para enriquecerlas más.

Posiblemente se preguntaba acerca del mundo y qué le depararía el futuro; o del pasado y de que éste nunca más volverá. ¡Pobre abuelo, siempre ignorando el presente!

El abuelo, así de quieto y con esa mirada tan perdida, parecía un figura tallada en madera, como los indios que exhiben puros en una cigarrería tradicional.

Quizá la mente del abuelo, tal como la del indio de madera, no pensaba en nada en absoluto y era un abismo negro, un vacío total.

La clase terminó, la princesa se despidió del cardenal vagabundo y el abuelo se llevó a sus nietos a casa.

Hoy es hoy y parace que habrá otro mañana.

Indian