En esa angustia que nace de la inseguridad, muchos se encuentran bailando un tap con pasos inestables sobre el lodo de aquel enamoramiento que no es claro, y mucho menos correspondido. Unilateral, como el juez que te condena al infierno.
Esos enamoramientos desequilibrados provocan que millones de margaritas se deshojen al año, que miles de runas y cartas sean cosultadas a diario.
Obligan a las adivinas a repetir el mismo guion que vienen recitando desde hace siglos, las que tienen buen corazón optan por preparar un poquito a sus clientes para que el descenlace —tan obvio como poco esperado— duela menos; mientras que las adivinas crueles se limitan a proporcionar más falsas esperanzas
Desvelos, sudores, inapetencias, temblores, y no se consigue nada, excepto más dudas, más preguntas que no obtienen respuestas sólidas, cuestionamientos que de hecho jamás son respondidos. Más ilusiones con basamento de paja, y muchas pajas cuando no hay satisfacción de Rolling Stones.
Dicen que es lindo enamorarse, y dicen bien, pero siempre suele ignorarse la angustia de quien se enamora sin esperanza alguna.