Miré con respeto más allá de tu belleza,
y vi un lugar donde el bien y el mal cohabitan en paz.
Luego entendí que la noche es tan tuya como lo es el día
y que eres tan mujer como aún eres niña.
No te sentí como ideal, y tampoco perfecta,
pero sí como ejemplo de humanidad libre y natural.
Quise conocer tu historia y agradecerte todo lo que obtuve de ti,
antes de que me abandonaran las palabras.
Posiblemente dije demasiado, hasta abrumarte y cansarte.
Ahora ya me cuesta trabajo incluso hablar.
Quizá desde el principio debí quedarme callado y limitarme a
mirar con respeto más allá de tu belleza.