Un adiós que cuenta

De vez en cuando hay un adiós que cuenta,

cuando la experiencia terminada se vuelve una pena

porque fue algo que valió la pena,

cuando duele cerrar las puertas y ajustarse las cadenas,

cuando la fortuna muerta es sacada por la ventana,

cuando las venas son cortadas con galletas blandas

que tienen figuras de animales o de entes sobrenaturales,

cuando no puedes expresar el final con un sonido labiodental,

cuando las canciones más tristes parecen alegres

comparadas con tus sentimientos desolados,

cuando tras los muchos males no llega marchando ningún bien,

cuando el traspiés te deja en el suelo

y como escarabajo pelotero panza arriba

no puedes recobrar la línea vertical,

cuando ni palomas ni cuervos regresan después de la tormenta,

cuando de Andalucía a Gibraltar

Hércules mira cómo se hunde la Atlántida

mientras juega a los bolos con las columnas de Sansón,

cuando el doctor deja lugar al sacerdote

para que te den la extremaunción

y tú ni siquiera hiciste la media comunión,

cuando el eco de su voz es el único latido de tu corazón

y ella está al otro lado del velo formando parte del Nirvana.

De vez en cuando hay un adiós que cuenta.

rusty

Adiós

Voy a ponerme al corriente en una vida diferente.

Dejaré de buscar señales en los huecos de panales.

Saldré del viejo encanto que me embruteció tanto.

Y me iré de campamento para descubrir lo que siento.

Compraré otros lentes para así dejar de verte.

Me cansé de ser tu suelo y de servirte de pañuelo.

Ya estuvo bueno… me iré sin decirte adiós.

Voy a hablar en chino, para que no entiendas lo que digo.

Quemaré mi hogar de pajas, donde de ti no hubo nada.

Me iré por la carretera que no encuentra cualquiera.

Haré lo que creo correcto, hasta el final de mis tiempos.

Seré inmune a tus cantos con mi dotación de cera.

No repitas que me esperas, me iré sin decir adiós.

Te molesta lo que digo y que no sea la verdad.

En estricto sentido nada lo ha sido, ni lo es, ni lo será.

Si fui tan abusivo, ¿por qué seguir conmigo?

Si ya no me querías, ¿para qué atarme a tu vida?

La soledad es una esfera que marea y desespera.

No me siento más culpable por todos tus reproches.

Se hizo tarde, llegó la noche… me voy sin decir adiós.

Diciembre 2002

La falsa reina pequeña

La falsa reina pequeña era aún más mentirosa que toda su joyería de plástico.

No niego que yo le hice la corte, y que ella terminó cortándome.

Lo que me sorprende es que ella siga creyendo todavía en sus trucos de magia verde, que nada tienen que ver con la ecología.

Es una pena el desperdicio de su carisma. Es una pena escuchar sus falsos ideales, como esa humildad que presume y que siempre termina arrastrándote.

Lo siento reina, tengo que salir de tu castillo, pagas muy mal el puesto de bufón.

Cómprate un cocodrilo sin caries para que sigas admirando sonrisas y un barril de orgullos tragados para que guardes en él tus amarguras.

Tú que lees, te diré que no entres en ese castillo, pues el tiempo castiga cruelmente a la reina y en un momento de distracción podrías terminar siendo el inestimado candado de su alcoba apolillada.

Reina, no niego que alguna vez adoré la imagen que representabas tan bien.

Septiembre de 1995

reina

No me gustan las despedidas

No me gustan las despedidas.

Sobre todo no me gustan «esas» despedidas. El adiós de la persona querida que el destino te aleja a muchos kilómetros, esa despedida que ansía el juramento del reencuentro, que rara vez se cumple.

Muchas veces he vivido las despedidas que son el fin de la línea, el «hasta aquí llegamos», que a su vez se dividen en esas de “que tengas suerte” y en las de “que te vaya bonito, pero no quiero ya saber nada de ti”; la última subdivisión a veces es mero eufemismo cuyo significado real es “vete al carajo”.

El adiós que más duele es precisamente aquel que no se da cuando importa mucho darlo. Ese adiós omitido de las relaciones que quedaron pendientes. La separación de la persona a quien jamás le dijimos “te quiero”, a pesar de llevarla siempre en el corazón, y a quien ya no habrá manera de expresárselo.

Imagino que debe existir la despedida que es cortesía del olvido, la de quienes se fueron, o que a veces ahí siguen, pero que no son nada para nuestras vidas, su presencia es ya en sí una ausencia, presencia que carece de importancia.

Pero insisto: no me gustan las despedidas, de ninguna especie, aunque sean necesarias.

Titanic

No me esperes a cenar (violencia intrafamilar)

«Jodido e inútil animal, no servirías ni en un maldito circo del carajo…», me gritaste con tu chirriante voz de patito castrato de hule y tu cara pintarrajeada como infernal payaso triste, ayer me hiciste lo mismo, pero tenías mascarilla de aguacate en tu faz. Y luego me lanzaste a la cabeza el costoso tarro de esa crema humectante que no te funciona en absoluto. Así comenzaste a discutir otra vez.

Nada te agrada, nada te convence, de nada me ha servido que te haya dejado por completo el control de la caja idiota, que tengas en tu poder las únicas copias de todas las llaves de nuestro hogar, que administres todo el dinero que yo produzco sin que me proporciones ni una mísera mesada mensual, en nada ayuda que siempre seas tú la que conduce el coche (de todos modos eliges los destinos de todas nuestras salidas) y que te permita determinar todos los alimentos que me tengo que tragar.

De nada sirve que lo único que escuchamos sean las aberraciones musicales que te gustan, que sólo veamos las películas para subnormales que tanto te agradan, que me vista con las ropas que detalladamente seleccionas para mí, ni que haya condescendido ayer a que apretaras con un agujero más el collar de la correa con la que me sacas a pasear.

Todo esto lo he permitido para vivir contigo en paz, pero nunca te es suficiente; cuando creo que ya deberías estar satisfecha vas y exiges algo más, y todo te exaspera.

Cada uno de nuestros intercambios de palabras se convierte en una vociferación de tu gaznate, tu boca escupiendo tonos elevados e insultos bajos, ya no lo soporto. No creo que esto sea sano, aunque nos sea cotidiano.

Empiezo a sospechar que lo nuestro no es amor, que mienten los que dicen que el amor es dolor y sacrificio, y que todo debe ser soportado en aras de seguir juntos hasta que la muerte nos separe.

Por eso me desvanezco, saldré a comprar unos cigarros, a pesar de que no fumo. No me esperes a cenar, no esta noche, ni nunca jamás.

correa

Pequeños perros (adiós adjetivado)

El séptimo enano saca de paseo con demasiada frecuencia a su perro miniatura, pues hay muy poco espacio en su departamento, ubicado en el vertiginoso piso 47 del edificio Lilliput, diseñado por la arquitecta Lilith del Edén, máxima exponente del postmodernismo tardío. Yo los observo, tratando de evadirme del momento y de tus palabras, mientras soy observado con indecorosa avidez, digna de caníbales, por un trío de policías corruptos.

Cocodrílicas lágrimas brotan de tus precámbricos ojos, mientras baratamente me dices adiós, a mí, a quien indiscriminadamente llamabas amor.

Tu ártica sangre fluye por tu gimnástico cuerpo, que ahora gira exclusivamente en torno a una primitiva fisiología, a la que sólo tienen acceso esas nóveles manos de quien perjuramente te promete ser absolutamente sincero. Es ese nuevo alguien que avariciosamente posee en el presente tu hirviente corazón, y todo lo demás de ti.

Totalmente obnubilado, debido a la sinrazón incandescente de tus palabras hirientes, te digo adiós, deseándote suerte. Y cuando con parsimonia te alejas, los policíacos agentes sagaces se acercan sigilosamente a mí para sacarme el difícilmente ganado dinero, por haber aparcado erróneamente el auto en un lugar estrictamente prohibido.Culpa meada.

Así es la vida, son gajes desgajados del oficio.

dog

Sólo gente como nosotros

Sólo seres como nosotros pueden convertir el oro en amargura, las bendiciones en llanto y hacer ruinas las ternuras.

Sólo gente como tú y yo puede pervertir lo bueno, convertir en mentiras lo verdadero y al final no preguntarse ni un por qué.

Al principio fuimos los mejores amigos, pero nos empeñamos en destruirlo; ahora ni siquiera puedo estar contigo, si volviéramos a empezar haríamos de nuevo lo mismo.

Sólo gente como nosotros, que en el fondo no es tan mala, convierte el amor en tedio y el azúcar en cizaña.

Quizás nuestra historia termine con nuestros cuerpos, igual no volvemos a encontrarnos, pero estoy seguro de que si lo hacemos, habrá remordimientos al mirarnos.

Sólo gente como nosotros decide ignorar lo que estaba escrito. Sólo alguien como yo reza por volver a verte aunque sepa que no coincidimos.

Letras

Letras, como si hubiera necesidad de presumir una nueva combinación de ellas.

Como si de verdad pudieran reflejar los sentimientos, acercar a la persona que más se quiere y alejar a quien ya no se desea ver más.

A veces funcionan y son el conjuro correcto, pero no parecen ser efectivas para los inseguros, para los testarudos y para los que dudan (que con ellas quieren comprobar que existen).

Una correspondencia no correspondida e interrumpida porque ya no me importan las respuestas que se me puedan dar por la relación irreverente y totalmente carcomida. Olvidemos las palabras cuyo sentido está hoy extraviado.

Letras, como si hubiera necesidad de enterarse de vidas ajenas, de imaginaciones de otras personas, de sueños de otros dueños o de ideas distintas a las de uno mismo.

Palabras, sólo palabras, se habla y se las lleva el viento, se escribe y se cubren de olvido; así como les pasa a algunos sentimientos.

Letras que no quedarán grabadas para siempre, ni las de mi lápida, ni las de la tumba de nadie; al final todo está escrito en arena.

Sin embargo nos empeñamos en hablar, en escribir, en presumir lo que pensamos.

El mundo no cambia y este mal no tiene cura (ni sacerdote). Yo por eso te doy estas letras de cambio, para que cambiemos nuestras vidas, no por otras, sino que tomemos los rumbos que nos corresponden y que cada quien siga su destino, ya que juntos los caminos no hacen uno, debido a la incompatibilidad inherente e incoherente.

Otra despedida, sin adiós, para nadie.

Me quedo con las letras para describir fantasías privadas y exhibirlas en un aparador electrónico, como en una casa de cristal, en la que no se revela nada realmente.

Cierro las cartas abiertas y reabro la mezcla mágica de sonidos silenciosos en papel (o en pantalla).

m

Ella no regresó

Ella no regresó.

Todo fue una especie de revelación, de la peor calaña, una de las visiones de los poetas malditos que se hacen realidad.

Había llegado a asumir todo el resto de su vida con ella, sin importar lo infernal de la relación.

Dar siempre por hecho su permanencia, a pesar de infligirle los más bajos desprecios.

Inconcebible la separación.

Pero ella no regresó.

Ella tomó su maleta, cambió su teléfono, su casa y su nombre en el registro civil.

El desierto entonces pareció más árido y la lluvia más ácida.

La soledad comenzó a tener el amargo sabor del abandono.

Esperarla en los lugares acostumbrados fue en vano.

De alguna manera ella encontró la madeja para salir del laberinto circular viscoso.

A pesar de haberla insultado y condenado por mil cosas, le parecía que en el fondo la amaba.

¿Sería que lo que amaba era tener alguien en quién descargar sus frustraciones y odios?

No, se decía, en verdad la amaba, sólo que hasta ahora se daba cuenta de ello.

Dedicaría sus fuerzas a buscarla, hasta encontrarla y entonces rogarle para que comenzaran de nuevo.

Pedir otra oportunidad es siempre volver a empezar un camino ya recorrido que acabará en el mismo lugar.

Pero la buscó, e ignorando la verdad acerca de las segundas oportunidades, le rogó al encontrarla.

Prometió el mar, las estrellas y las dunas.

Prometió un futuro dorado y sumiso.

Cumplir cualquier compromiso que ella pidiera

En verdad lo intentó, con el convencimiento de los farsantes profesionales.

Tú pudiste incluso comprarle la Torre Eiffel en ese momento.

Pero a pesar de los discursos y las promesas, hay gente que llega a valorar la dignidad redescubierta.

Ella no regresó.

road

Gente como nosotros

Sólo seres como nosotros pueden convertir el oro en amargura, las bendiciones en llanto y hacer ruinas las ternuras.

Sólo gente como tú y yo puede pervertir lo bueno, convertir en mentiras lo verdadero y al final no preguntarnos ni un por qué.

Al principio fuimos los mejores amigos, pero nos empeñamos en destruirlo; ahora ni siquiera puedo estar contigo, si volviéramos a empezar haríamos de nuevo lo mismo.

Sólo gente como nosotros, que en el fondo no es tan mala, convierte el amor en tedio y el azúcar en cizaña.

Quizás nuestra historia termine con nuestros cuerpos, igual no volvemos a encontrarnos, pero estoy seguro de que si lo hacemos, habrá remordimientos al mirarnos.

Sólo gente como nosotros decide ignorar lo que estaba escrito.

Sólo alguien como yo reza por volver a verte aunque sepa que no coincidimos.