Guardando imagen

Guardando imagen. Por eso se dicen y se actúan mentiras; se piran tiras y muchos se tiran al suelo. Sin Consuelo (con mayúscula o minúscula, da igual). Decir “ya no me importas” cuando aún se quiere con intereses más altos que los bancarios y que los de la tasa de devaluación con posos de café, es mentira. Es mentira decir «ya te olvidé», con tal de hacerse el fuerte, fort knox del corazón inexpugnable para los ataques apaches, no cardiacos, pero sí sentimentales demenciales, hacerse el refuerte y sin embargo recordar a esa persona hasta en los sueños de los sueños. Palabras sin dueño porque aunque las digo yo, seguro son sacos que cada quien se pondrá a su conveniencia (no soy tan único ni especial, y sin embargo me muevo). Palabras que quizás tengan para mí un fin, pero sospecho que todo está acabado. Invariablemente, como toda relación de revoltura, cada quien usará los elementos verbales a su favor, y el destino que se obtenga no sea el buscado por nadie. Decir “estoy superando tu recuerdo” cuando hasta en el juego de memoria se encuentra el retrato sonriente de quien se quiere olvidar, cuando cada esquina trae un momento del pasado, cuando hay pensamientos de esa persona aún en los lugares jamás visitados. Suena a obsesión, pero es una obsesión obesa que pesa en la humanidad (esto no es del todo personal). Sensación humana, semilla de libros y obras que ya no se pueden contar, como las estrellas, como los granos de arena.  Parece que su persona se va, pero en realidad se queda. Mentí muchas veces aún en contra mía, queriendo guardar imagen, pero borrándome en su vida. No es autobiografía.

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